Al ritmo de la tierra

Una de las motivaciones de viajar lejos de casa, es la de poder experimentar nuevas sensaciones. Una nueva fruta que nunca antes habías probado, un plato exótico o al menos diferente, viajar en un tren abarrotado de hidues, la luz de las montañas del Himalaya o sentir como la tierra se mueve bajo tus pies.

Una vez todos juntos (Marta, Clara, Ismael, Sara y yo, Abraham; también conocidos como la cuadrilla bíblica) nos dirigimos a Ubud, en el centro de Bali, desde donde fijamos el campo base para visitar el norte y este de la isla.

Una vez instalados en el hostal y después de dar una vuelta por el pueblo, nos sentamos a cenar en un pequeño restaurante. De repente todo comienza a moverse y nuestra reacción es salir corriendo a la calle. Durante unos cuarenta segundos tenemos la sensación de estar en un barco que se balancea. Finalmente todo se detiene sin ningún desperfecto a nuestro alrededor. Preguntamos al dueño del restaurante, que está en la calle también, sobre la intensidad, dado que para todos nosotros es la primera experiencia con un terremoto y no tenemos con qué compararlo. Ante nuestra sorpresa nos comenta que ha sido fuerte y que puede rondar los 6.5 grados. Ya de vuelta en el restaurante, Google confirma que se acaba de producir un terremoto de 7.0 grados, con el epicentro en el norte de Lombok, a escasos 40 km de donde nos encontramos. Durante la noche, volvemos a sentir una réplica que nos hace saltar de la cama, esta vez ni siquiera tenemos tiempo de salir de la habitación antes de que se detenga.

Por la mañana se confirma lo peor, el terremoto ha sido muy grave, incluido un aviso de tsunami que ha causado el pánico en las cercanas islas Gili. Con el mal rollo metido en el cuerpo seguimos con nuestro plan y alquilamos unas motos para acercarnos hasta los templos de Pura Ulun Danu.

La niebla, la lluvia y el frío son nuestros compañeros durante gran parte del día. Ya de camino a casa tomamos un pequeño desvío para ver unas terrazas con campos de arroz, la carretera es una sucesión de curvas, subidas y bajadas. En una de estas curvas, durante un tramo donde el asfalto estaba muy resbaladizo a causa de la lluvia, perdemos el control de la moto y nos salimos a la cuneta hasta que unos metros más adelante nos vamos al suelo. Por suerte Sara no tiene ni un rasguño y yo solo un pequeño golpe en la pierna y una abrasión en la zona del pié. Con el susto en el cuerpo nos olvidamos de los arrozales y nos dirigimos al hostal a través de las siempre colapsadas carreteras de Bali.

Al día siguiente cambiamos las motos por el taxi y nos dirigimos al noroeste de la isla para hacer una caminata por el volcán Batur. Ya en las faldas del mismo nos encontramos con que necesitamos un guía y pagar una entrada. El precio es desorbitado por un simple paseo, un poco enfadados decidimos pasar del volcán y acercarnos al Templo Madre, Pura Besakih.

Bali no está siendo el paraíso que esperábamos, demasiado tráfico, demasiada gente y precios para recién casados a los que no les importa pagar un poco más a cambio del viaje de sus sueños.

Después de barajar diferentes posibilidades decidimos que nuestro siguiente destino es la isla de Nusa Penida, un buen lugar para explorar el mundo submarino de Indonesia.

A partir de aquí todo es una incógnita. Nuestra idea inicial era acercarnos a Lombok, pero no parece una buena idea después de todo lo sucedido.

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